jueves, 30 de agosto de 2012

Federer le gana a Phau en la segunda ronda del US Open. Aunque nada es definitivo porque recién es el primer set. Siempre quiero que pierda Federer, su esencia de máquina me cae mal. El tenis siempre me gustó, no jugarlo sino mirar. De chica, a los nueve o diez años me colgaba mirando los partidos de Gaby Sabatini; el tenis femenino me gustaba más porque los puntos tenían más continuidad. Hoy, viendo el partido de Serena Williams (no se puede ser tan gorda y estar tan alto en el ranking, el sobrepeso de los deportistas me estaría superando) contra una española mal encarada, me lo confirmó. También enganché el anuncio del retiro de Roddick. Me apenó pero creo que hace bien en dejar y seguir con su vida, la rutina del tenista profesional es muy dura y ya ganó plata para poder vivir tranquilo. Ayer también vi el último partido de Clijsters, ella me cae bien, que haya vuelto después de ser madre me parece muy loable y muy sabio que vuelva a dejarlo.
Si vi tanta cantidad de tenis es porque el lunes a la noche llegué de una reunión de trabajo temblando, desde los doce años no tenía fiebre sobre todo porque mi temperatura habitual es de 35.4 grados aproximadamente. Tenía las encías inflamadas desde el domingo, amanecí el martes con 38.5, unas cuantas llagas por toda la boca y la garganta super inflamada. Intenté contactar a mi ginecólogo y a otros dos clínicos sin éxito. Finalmente Martu, salvadora, me llevó a su médico en la Del Valle, no podía ir sola en taxi porque a duras penas podía tenerme parada y Mau estaba ocupado. Cuando llegué Simón me dijo "mami, andá a la cama, yo te llevo la comida", me puse a llorar desconsoladamente, toda la mañana había sido muy miserable. La enfermedad sin familia es durísima. D está en Bs As, parando en lo de mis padres y el sábado se va a Brasil. Tampoco es que sea muy piadoso cuando está, por lo general minimiza todo y no toma mucha conciencia de mis estados.
En fin. Desde el martes que no puedo trabajar, solo miré algo de tenis y dormité. De leer ni hablar, de ocuparme de mis hijos, poquísimo. De vida social, ni por asomo. Hoy me duele un poco menos el cuerpo pero las encías y las llagas me siguen molestando como el primer día.
Hay semanas en las que todo se hace tremendamente cuesta arriba.

domingo, 26 de agosto de 2012

Lo más relevante del día podría ser la inflamación de mis encías. Es domingo, hay un proto sol, mis dos hijos juegan -y se pelean alternadamente- al lado mío. D está volando hacia Bs As por segunda vez en el mes, Simón sigue con la familia del cumpleañero de ayer. Lo dejé a las nueve y diez de la mañana del sábado y lo veré recién hoy a las cuatro de la tarde. Cuando le dije a la madre del nene que el próximo fin de semana se venía él, contestó "vemos amiga, soy muy apegada a los niños" (!!!). Lo he visto en la casa de la amiga que tenemos en común mil quinientas veces.  Después de que me dijera que iban a ir a misa -y preguntara si tenía reparos- pienso que tal vez la frena mi judaísmo. O algo más. Es la primera vez que me pasa.
Por lo demás, no voy a hacer demasiado, leí por encima los diarios, vamos a ir al club (ojalá pueda hacer algo de deporte) a bañarnos y a que yo me tiña el pelo. Leo en Perfil una nota a escritoras que toca mucho el papel de la mujer. Desde hace dos días reconocí estar en la fase en la cual la literatura me chupa un huevo. Es obvio que me equivoqué de carrera. Pero ahora ya es tarde. Si viviera en Argentina, lo dije muchas veces, haría un posgrado en algo más. Por ahora me conformo con la vida suburbana de madre de familia que para tantos parece chata y aburrida. A mí, en cambio, me parece que es lo que corresponde en este momento. Hay tantos modelos de maternidad como madres existen. Cada uno hace más bien lo que puede, a veces con un plan, a veces basada al cien por ciento en las necesidades y posibilidades socioeconómicas, a veces regida netamente por el deseo (sea cual sea). ¿Qué es más válido? ¿Qué es lo "correcto"? Sabemos que son respuesto imposibles. Hace muchos muchos años que creo positivamente en la relatividad de las creencias y acciones. Cuando mis padres estuvieron por última vez discutimos sobre si existe o no una moral universal. Padre, que se dedica a la filosofía del derecho, plantea que sí y que, como si fuera poco, hubo en el mundo un "progreso moral". Estoy en completo desacuerdo. La moral es relativa y depende de muchos y diversos factores. Lo que sí creo es que todos pensamos -en el fondo de nuestro corazón, siempre- que lo que hacemos está "bien". Siempre creí lo mismo. Es en parte lo que me permite entender al prójimo y no llenarme de resentimiento. Perdonar. Y no es que sea un alma pura y sensible, es una forma de entender a los humanos que me resulta funcional. La supervivencia mental está para mí en la rutina y la comprensión. A veces falla, como todo.
Con respecto a la rutina y el orden, estoy sorprendida de mí misma. Los años trajeron una necesidad de orden en la casa que antes no tenía. Es decir, nunca viví en el caos porque no lo soporto. Pero mi gusto por la prolijidad no se condecía con mi capacidad para lograrla. Ahora se emparejaron. Suelo tener la casa bastante ordenada y gusto de que cada cosa tenga su lugar. Así es más fácil mantenerlo. Ya hice las camas, preparé lunch y desayuno, guardé todo, puse ropa a lavar, etcétera, etcétera. Podría ser la edad o un agravamiento de la neurosis obsesiva. Creo que es lo primero.
Las relaciones humanas son un electro desparejo. Eso también lo entendí hace mucho. Es obvio que prefiero estar en el pico de la montaña que en el fondo del talud pero también presumo que el pico no existiría sin el fondo. Volvemos a lo relativo de las cosas.
Para terminar, la encía me sigue doliendo pero ahora, además, me duele la mano. Es uno de los dolores causados por la fibromialgia que no se me pasa. En este lapso desapareció el sol. A las tres y media estaremos en lo de Eva para festejar el cumple de Julia. Entretanto seremos autárquicos. Camilo volvió a decir, mientras desayunábamos: "Qué mal que estamo solitos". Procuro que no me toque. D parará en lo de mis padres hasta volar a Brasil. El mundo está siempre al revés de como uno esperaría. La clave es aceptarlo.

viernes, 24 de agosto de 2012

Ayer a la noche, volviendo por Reforma con Roberta, luego de su sesión, me preguntó cuál era la bandera más grande de acá después de pasar por Campo Marte. Le dije que no tenía ni idea pero que debía ser esa que acababa de ver o la del periférico sur, que también es gigante. Después dijo que en Argentina no hay banderas a lo que contesté que no hay banderas tan grandes y que tampoco hay tanto culto a la insignia patria. Acto seguido me di cuenta de que nunca hablo de la monumentalidad mexicana tan extendida a todos los campos posibles. La bandera de la que les hablo es realmente enorme (acabo de googlear y puede que mida 25 metros de ancho por 50 de largo, gigantesca) y replica la costumbre local de hacer todo de dimensiones extrañas para los que venimos el Sur. Es bastante obvio que fue heredado de los aztecas, los mayas y demás pueblos originarios que no escatimaban trabajo esclavo para hacer sus santuarios pero de todas maneras, no deja de sorprender. La bandera argentina cada vez me parece más deslucida, pobres de nosotros que tuvimos que adoptar los colores de los Borbones, tan tristes y pálidos, para que encima, después nos convencieran de que Belgrano miró al cielo y se inspiró.
En otro orden de cosas, recién, durante la comida les repetí a mis hijos unas cientocincuenta veces que uno nunca debe hacer sentir mal a otra persona. Y no importa lo que las otras personas hagan. Uno por definición debe cuidar a los demás porque es lo que corresponde, me rijo por la convicción de que la moral debe ser propia e independiente de las conductas que nos rodean. Debería decir acá que por suerte para muchos porque la mayoría no quiere probar de su propia medicina, les resultaría muy amarga. Dicho esto, por lo general tiendo a dejar de lado la ley del Talión e intento no dejarme ganar por la miseria todo lo que puedo. Está clarísimo que soy débil y humano y caigo muchos veces a mi pesar.
Dicho esto paso a quejarme brevemente por el cansacio de la semana pero no me voy a extender porque lo hice por demasiados años. Ahora me empezó a doler una muela que no me dolía, supongo que como efecto de que me hayan arreglado la del otro lado, que me dolía más. Ando con ganas de hacer una carrot cake desde que Domi me habló de la que había hecho. Pero entre que no tenemos zanahorias, todo lo que tuve que hacer a la mañana y que la cocina está demasiado enkilombada, creo que ahora tampoco será.
Es duro el arte de vivir en sociedad.

jueves, 23 de agosto de 2012

Excepto porque no hice ejercicio formalmente y tampoco me bañé podría decir que tuve un día bastante productivo. Anoche vinieron Maggie y Manolo a cenar y los pobres nos padecieron agotados. No pudimos armar una cena muy sofisticada pero zafamos como pudimos. A las seis y veinte (atrasé la levantada cinco minutos) sonó el despertador y estaba más zombie que de costumbre pero hice lo que tenía que hacer y cuando volví a la cama morí. Desperté una hora y media después por un sueño muy perturbador que incluía a D acusando a unos amigos, con los que compartía personal administrativo, de que le habían copiado la idea de un piso llamado "concha negra". No comments. También soñé con toda mi familia política, un robo en el túnel de Libertador; ni bien me levanté pude reconstruir todos los restos diurnos, uno a uno, y me sentí muy capa. Claro que ya eran como las nueve y pico, D me había acusado de que nunca lo abrazo ni lo beso, no quedaba ningún chico en la casa y me puse un buzo rojo, medias rosas y ojotas naranjas. Ando con la dignidad perdida. De hecho, eso de las dos, cuando terminé de trabajar, subí a bañarme pero me arrepentí y me vestí sucia. Primero probé con un jean que usaba embarazada de Roberta, después recuperé algo de sentido común y decidí ponerme un jean gastado pero que evitara que se me viera el orto por ser tres talles más grande de lo que me corresponde (y eso que soy gordi de nuevo, una gordi entregada, eso sí). Como no había luz, me tiré en el piso del cuarto de Milo a armar rompecabezas. "Roncabezas" le dice él y a mí me mata de la ternura. También le dice "sapaporte" al pasaporte, no quiero que crezca. Pero resulta que el pibito no es como su hermano mayor que a los tres años armaba los rompecabezas en tiempo récord, ni mucho menos. Por el contrario, no caza balón y pone las piezas en cualquier lado y completamente torcidas. Con el pobre Simón, yo me fastidiaba mucho cuando le daba uno nuevo para armar y no le salía. Ahora me da culpa, tal vez era superdotado y yo jodiendo, pero no se puede hacer nada con eso. Además la culpa es un sentimiento muy improductivo. Cuestión que le tuve una paciencia inverosímil en mí, lo ayudé con cariño y dulzura y entendí que evidentemente eso no es lo suyo. Después quiso jugar con unos cosas de madera así que me eché en su cama a ver cómo se entretenía hasta que llegaron los mayores. Después de comer dejé a Tita haciendo la tarea y salimos con los varones a caminar por el fraccionamiento. Hace días que extraño horrores poder ir caminando a lugares. Lo pienso y me angustio. Pero también valoro los muchos metros de mi casa, sus dos jardines, la plazuela a la que pueden salir cuando se aburren, los vecinos amigos y que no haya ruido. La vida es un cúmulo de dilemas irresolubles, lo sabemos. Fue media hora de caminata que el más chico se bancó bien. Cuando volvimos ayudé a Titi con la tarea y fui con Milo al Centro Comercial Interlomas para sacarme fotos para la renovación del pasaporte, fotos de Milo para el cole nuevo, buscar el CURP de él que no sale en Internet (pero había cerrado a las tres), cambiar las pilas de dos relojes de D, entrar a una academia de música a averiguar si no tenían profesores a domicilio y comprar huevos (la escasez asusta), más contact (no entiendo por qué tengo que forrar dos libros más después de los mil que forré) y el jamón de pavo que compré ayer pero nunca llegó a casa (no lo pagué, no os preocupeís). Ahora pierdo el tiempo acá porque en quince minutos tengo que salir bajo la lluvia a llevar a Roberta a la psicóloga, lo que implica manejar bajo la lluvia hasta la Condesa, sabiendo que el tráfico será el horror tanto de ida como de vuelta. Las botas de lluvia que me compré son muy monas pero me hacen doler los pies. D se supone que viene temprano, lo que puede ser siete y media, ocho. Y no mucho más. Simón hizo panqué de plátano mientras no estuve así que la casa huele delicioso. Mañana tengo dentista temprano y debería comprar cuatro regalos de cumpleaños, entre atrasados y los que se vienen este finde.
Parece que esto es vivir.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Son las dos y cuarto de la tarde, estoy en mi estudio con la puerta/ventana completamente abierta porque el olor a humedad vuelve el aire irrespirable. Milo canta en la cocina, se nubla de a poco, baja la temperatura y faltan todavía cuarenta y cinco minutos para que lleguen los grandes. A los pobres los buscan temprano a la mañana y los dejan tarde a la vuelta. De todas maneras, y aunque por cábala no debería hacerlo, estoy contenta porque todo fluye. Es decir, a las seis y cuarto cuando nos levantamos, no hay un sí ni un no. Claro que con la ropa ya sacada el día anterior, el lunch preparado, el desayuno estipulado desde antes por el menú, Sivia ayudándome y tiempo de sobra, es difícil que las cosas salgan mal. Pero... siempre existe esa posibilidad con niños de por medio. De hecho, hoy podría haber sido complicado porque ayer los chicos fueron al show de Fanta que producía/dirigía D y volvieron a las nueve y cacho, hora en la que ya deberían dormir hace rato y, sin embargo, no tuvimos contratiempos. Ojalá dure. Después de que partan (hoy fue a las seis cuarenta y tres) Silvia y yo nos volvemos a la cama. Hacemos todo en pijama, yo espero a que se vayan y ella sube antes. Eso sí, después se ocupa de Milo porque yo suelo quedarme dormida. Hoy me levanté a desayunar con D y llegué a verlo un ratito. De todas maneras, en sus tres años y casi cuatro meses de vida estuvimos juntos demasiado tiempo así que cero culpa.
A las nueve estaba en Costco y de ahí fui a Chedraui. Compré fruta en cantidades industriales, ridículas y no sé quién se la va a comer. Ayer, antes de entrar al ginecólogo, pasé por el tianguis de Polanco y compré calabaza, por primera vez estaba bien naranja y dulce, ahora la comeremos con pescado. También compré rosas y un poco de queso Oaxaca. No sé a qué venía todo eso. Ah sí, después trabajé intensamente y pasé por el club a bañarme. Tengo dolor de panza.
Creo que pensé algún tema más universal para desarrollar pero ya lo olvidé. Sigo sin leer una página impresa, creo que ahora mismo voy a tirarme en la cama a intentar entrarle a la novela de Luiselli. Estoy cansada. Los chicos siguen felices con el comienzo de clases. Intento ver la mejor manera de armar el horario de actividades extraescolares pero parece que no existe tal cosa, es un rompecabezas que tal vez necesite de un ingeniero para que la logística cuadre.
En fin.
La vida es así.

lunes, 20 de agosto de 2012

Ayer a todos nos costó dormirnos. A mí en realidad porque apagué la luz a las diez y di vueltas. A eso de las doce llegó D, de su show, y quería charlar. Hablé lo que puede pero seguí sin conciliar un sueño profundo. Al rato bajó a hacerse algo de comer a la cocina, cuando volvió me dijo que habían sido unos tacos. Solo él tiene las pilas de cocinarse después de medianoche. Cuando me pasa de tener hambre nocturno como lo que sea del tupper o cuchareo el frasco de nutella. Eso pasa bastante seguido y se nota en cómo me queda la ropa y el número que indica la balanza.

Los chicos estaban emocionados y nerviosos por el comienzo de clases. Tita por fin empezó primer grado, un año y medio después de lo que le correspondía. Estaba feliz, entusiasmada y excitada. Simón estaba contento de volver a ver a sus amigos. Después de quedarme un rato en el salón de Tita, viendo dónde se sentaba, cómo iban llegando sus amigas y hablando con algunos padres y la maestra, fui a buscar las calificaciones del Coco. Su 9.70 de promedio en Español me sorprendió gratamente. D no se pudo levantar, la idea era que fuéramos todos pero estaba molido. Supongo que con mi presencia es suficiente. Saqué fotos y se las mandé a madre y a él. Las vio recién cuando le dije.
En la escuela de Milo teníamos cita a las ocho y media para conocer a Jesse, su maestra gringa, rubia y dulce. Bastante entusiasta y simpática también. Él está chocho con su escuela nueva. Mañana ya los busca el camión a los tres.
Despertarme a las seis y cuarto es de las peores cosas que podían pasarme. La escuela me copa, lo único que falla es el tipo de público. Qué pena. Intentaré no seguir dándole vueltas al asunto, creo que no vale mucho la pena. A los chicos los aman y ellos aman su escuela, todos les dan besos y los abrazan (maestras, nanas, guardias, secretarias). Presumo que el amor es más importante a veces que muchas otras cosas. D tampoco va a estar para los parents teacher conference ni para el Back to School Night, bastante beishon pero es lo que hay.
Ahora se está por largar a llover. Debería estar trabajando pero no tengo ganas. Demasiada grisura. A la tarde pensaba ordenar los closets de mis hijos mayores pero tengo una junta en Polanco.
 El finde, cuando lo abracé a Milo y le pregunté, como siempre hago "¿quién te ama?" me vino una ráfaga de tristeza al pensar que está lleno de nenes que no tienen quién les diga eso. Todos deberíamos adoptar a niños que no tienen familia. Sería lo correcto. Ojalá en algún momento tenga la voluntad de hacerlo. Los humanos, incluyéndome, somos tremendamente egoístas.
 Por lo demás, el sábado comimos con los chicos y Lalo y Domi, D trabajaba, ellos se llevaron a los chicos al mall y yo descansé un rato. El Cymbalta me produce unas jaquecas espeluznantes. Después pasé por lo de Lucila y a la noche fuimos al cumple de María José. Me subí al toro dos veces y todavía estoy pagando las consecuencias. La fibromialgia y ese tipo de actividades no son compatibles.
Ayer compramos mucha ropa para el comienzo de clases y después bajamos a comer, nuevamente con los Del Águila-Bedel, a Belmondo. Después la tía Domi les hizo una copa con helado de frutos del bosque, dulce de leche y chocolate rallado. Cada vez que Acachu me dice Juli (en una forma que es imposible de reproducir con grafemas) me derrito un poco. D ya se había ido a trabajar para esa altura.
¿Qué más? Nada. Ah sí, vino Mili y me hizo compa mientras transcurríamos lo que quedaba de tarde pre comienzo de clases. Y con Eva no logramos vernos pero prometió por su nombre que de esta semana no pasaba.
La vida cultural se las debo.

viernes, 17 de agosto de 2012

Tirada en la cama, aun en jogging, sin bañarme aunque son las siete de la tarde, veo Los ingrávidos de Valeria Luiselli en mi mesa de luz y recuerdo que no terminé de leerlo. Será un buen plan hacerlo los próximos días. Parecía que iba a caer una tormenta pero se despejó el cielo, como un orgasmo postergado. El cuerpo me duele y varias muelas también.
Es nuestro aniversario de casados: once años. También fue un viernes de lluvia pero en Bs As. Guardo la pollera rosa y blanco de Trosman Churba, la musculosa blanca de Chocolate y el sweater rosa con unas lentejuelitas al tono de Jazmín Chebar. Las botas las sigo usando. Once años es mucho tiempo. Casi impensable. La tormenta marital también quedó atrás, ganaron el amor y el compañerismo.
Pero no vamos a ir a cenar porque D se siente mal. Pésimo. Un poco lo agradezco porque no tendré que pasar por la ducha ni pensar en qué ponerme. Otro poco lo lamento porque no salgo hace demasiado tiempo. Ir a cenar parece algo de otra era. Además, el fin de semana tiene que trabajar y el domingo 26 se va de viaje dos semanas. El lunes empiezan las clases y hoy me enteré, cuando fui a la escuela a buscar los libros, que el camión pasará a las 6.45am. ¿Qué es esa hora inhumana? Tendremos que arrancar a las 6.15 y me quiero morir. Después del pasaje por el colegio fui al dentista. Nada bueno para comentar. Luego volví, trabajé y a fuimos a lo de Lula. Acabo de volver pero tengo que ir al rato a buscar a Tita. Intentar ser una buena madre resulta agotador.
¿Veremos el 5to capítulo de Breaking Bad? ¿Hay alguna película que valga la pena? Me siento completamente afuera de la vida cultural. Además de preguntarme si la universalidad tiene algún valor real me pregunto si ser indie, o el esfuerzo que implica, tiene sentido. Creo que en lo personal debo entregarme a ser mainstream. También pienso mucho que a pesar de haber ido a un colegio primario del estado, sin ningún tipo de influencia progresista, jamás gusté de las boy bands ni fui fan de ningún actor o cantante del que pueda avergonzarme (eso sí, vi Clave de Sol, Verdad Consecuencia y todas las novelas de Andrea del Boca pero creo que eso fue más bien un fenómeno epocal). Tal vez debería ponerle música clásica a mis hijos. O intentar llevarlos a museos más sistemáticamente. ¿Servirá? Tal vez no tiene ninguna importancia que sean cultos pero sí felices.
Qué difícil todo.


miércoles, 15 de agosto de 2012

Ayer, mientras estaba echada en el sillón, después de la limpieza y mientras me ponía el delantal de plomo para sacarme mil placas le conté a la ayudande del dentista (en rigor era una dentista segunda que a su vez tenía una ayudante, que trabaja para el dentista primero; todos trataron mal a su subordinado, lo que me pareció horrible) que mi abuelo era radiólogo. Para mí era muy natural que se dedicara a eso, había trabajado en el Piravano muchos años y tenía un consultorio con dos socios, al que me encantaba ir porque podía usar la máquina de escribir o dibujar en las hojas gruesas y de un amarillo fuerte y hermoso, en las que hacían los informes. Jamás le pregunté por qué había decidido ser radiólogo, una rama tan aburrida y banal dentro de la medicina, y ahora me arrepiento. Presumo que debe haber sido por un motivo económico. Creo que en Roche trabajó como médico general pero tampoco estoy muy segura. De todas maneras ya conté que lo que hizo fue comprar terrenos en Pinamar cuando recién se creaba y así hizo una diferencia considerable.

Ahora que pasaron dos años desde su muerte se me ocurren todas las cosas que me hubiera gustado saber de él y que nunca averigüé. Supongo que es el sino de la vida: quedarse con las ganas de (y darse cuenta demasiado tarde). Mi abuelo fue alguien muy importante en mi vida, alguien que marcó mi infancia con un más allá de las palabras. Hace unos meses empecé a tomar soda. Me compro unas botellas de litro y ando por la casa tomando del pico. Ni agradable ni elegante pero la soda no tiene el mismo gusto cuando la servís, más si no viene de un sifón y su gas es sutil y suave. Él agarraba el sifón de alguna de las dos heladeras que tenían en su casa: una Siam típica, divina, de un beige claro y otra Philips, blanca, muy ochentera (nunca entendí el por qué de tener dos heladeras pero me entristecí cuando volaron la antigua) y tomaba del pico; no, del pico no, en realidad agarraba el sifón (antes de vidrio, al final de plástico) con las dos manos, lo colocaba a una distancia justa, apretaba la palanquita y el líquido caía justo adentro de su boca sin contaminar el aparato. En esa casa yo tomaba agua con soda (me parecía lo más normal del mundo y ahora que lo escribo entiendo que fui la precursora del "finamente gasificada") y a veces con una gota de vino, intentaron hacerme de una cultura alcohólica pero la gastritis precoz interrumpió el proceso (a los 16 ya sufría de una acidez crónica que terminó de arruinarme el carácter adolescente). Mi hermano y mis primos aprendieron mejor la lección y le entran al vino y al whiskey con ganas (el abuelo y la abuela todos los días a las siete tomaban whiskey con hielo y comían maníes).

Lo más llamativo de lo que pasó ayer es que no le conté a ninguno de los odontólogos (en realidad no tenía ganas de hablar con nadie pero hice ese comentario por no perder la costumbre de sumar información intrascendente) que mi abuelo paterno era dentista. Tal vez hubiera sido más pertinente pero también más inexacto porque se murió en un accidente de coches antes aún de que mis padres se conocieran.

martes, 14 de agosto de 2012

Bloggear para no trabajar

Hay días pilas y días como hoy en los que, aunque salió el sol, la fiaca de trabajar es todo. El dolor de cuerpo persiste pero mañana o cuando pueda (es difícil hacerse el tiempo cuando te desacostumbraste) volveré al deporte, muy de a poco. Hace semanas que no leo un libro. El último de un tirón fue Arrecife de Juan Villoro. Gusté mucho de él como de casi todo lo que escribe. Su prosa precisa y lacerante suele cautivarme. Después: nada. Vi todo Girls en dos días. Y toda la primer temporada de Modern Family en tres. Cuando miro series no leo y viceversa. Ni la cabeza ni el tiempo ni la energía me dan para todo.
Iba a escribir toda una reflexión sobre la sobrevaloración de la universalidad (o cosmopolitismo) que me viene rondando hace meses. Intento comprender si el querer ser mundano es un punto meramente snob o tiene un valor positivo real ¿por qué es mejor conocer el mundo, otras culturas, otra comida, otras lenguas a quedarse siempre en un mismo lugar, sea urbano, rural o costero, con las mismas costumbres de siempre, la misma comida y la misma gente? ¿Por qué no tener raíces ni apego al terruño de repente es una ventaja considerable? Como es de esperar, la respuesta se las debo. Hace tiempo me di cuenta de que no tengo respuestas para casi nada. Hubo un momento de fantasía en el que creí tener certezas. Ya no. Todo me parece válido y posible, lo que resulta bastante aterrador, si me preguntás.
A la tarde tengo dentista. Vengo de ir a dos super con mis tres hijos. El lunes empiezan las clases (por fin, aunque el tema "madrugar" me pega pésimo) pero mañana tendremos que ir a Chedraui porque nuestra expedición a Walmart fue un fracaso. Salgo poco del suburbio, trabajo mucho, socializo lo mínimo indispensable. Llego a un punto tibio de considerable tranquilidad. Lo que sí no entiendo es cómo llegué a vivir en este contexto. Mis hijos tan poco atraídos por nada que no sea banal. ¿Tendrá importancia? Puede que no.

Aquí seguimos.


lunes, 13 de agosto de 2012

Es lo mismo pero no es igual

Hola chicos: volví. Pensé que iba a soportar no escribir para otros pero no fue así. No es que tenga tanto para decir, o sí, siempre hay cosas (aunque sean repetidas). Pero sin rapport me siento sola. Aunque esté alienada trabajando, cuidando hijos, ocupándome de médicos, necesidades cotidianas, el mantenimiento de la casa y otros muchos etcéteras. Las ganas de escribir se instalaron y aquí estoy, pensando qué podría intentar hacer nuevo para que lo anterior quede atrás: creo que nada. Ya veremos.

Por ahora solo adelanto que la concepción de que México me mata ya no es tal. Llegué a la conclusión de que estoy donde quiero estar y hago lo que me gusta hacer.

No es poco.